Los cuentos de las Hormigas

Historias... Ideas... Pensamientos... Emociones plasmadas en el arte más completo: El Lenguaje

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Nombre: Don Petrucci
Ubicación: Iquique, Chile

que les gustaria saber de mi?

mayo 10, 2005

...Y una noche de esas...


12:00 am: La fiesta recien se estaba armando, pero Pablo había sido rechazado ya por aproximadamente 2 o 3 mujeres a las que se les aproximo incortezmente. Parecía no darse cuenta de que su tecnica de conquista simplemente no daba resultado.
Todo el lugar estaba a media luz. Lo suficiente como para no chocar con las paredes. La musica estaba a un volumen intolerable para cualquier ser humano que se parase al lado del amplificador, pero adecuada para envolver el ambiente de fiesta.
Pablo Caseres arrastraba sus 22 años como alma en pena por los adoquines de la reciente adquisicion de su padre. Los cubos de hielo en su piscola tintineaban con cada paso que daba, acercandose lentamente a su presa, como animal hambriento sobre carne fresca. El estridente sonido-ambiente lo obligo a esputir un "hola bombon" con tufo a alcohol en el oido de la joven que instintivamente giro, expreso un claro sentimiento de desagrado y traslado toda su estructura osea en otra dirección.
2:30 am: A estas alturas, y ya un poco frustrado por no conseguir lo que fue a buscar, Pablo decidió sentarse cerca del sanitario femenino para analizar un poco mejor la situación. A travez del cristal y lo cubos de hielo observaba y analizaba cada uno de los movimientos de sus presas y sus competidores. Trataba de asociar todos esos cuidados rostros y curvas femeninas con una urgente necesidad de amor fugaz. O diciendolo como es: Sexo. Salvaje y humedo sexo sin mayor objeto que un placer carnal.
De pronto, Pablo fue sumiendose en un extraño estado hypnotico realzado por el sueño y su nivel etílico. ¿O sería otra cosa?. De entre lo borroso, como una luz cortando de entre lo obscuro, unos cabellos dorados, enrulados todos, llamaron más que solo su atención. Las curvas que acompañaban el ritmo de sus pasos arrastraban tras de sí un sequito de tres hombres de gruesa contextura muscular. Pablo los observo largo rato mientras la joven entraba al baño con las tres victimas. A nadie pareció importarle esta situación, salvo a Pablo porsupuesto, que ya no era dueño de sus ojos perdidos en la profundidad de las paredes del tocador de damas y permanecía boquiabierto mientras trataba de imaginarse en que posicion extraña deben de haber estado esos cuatro para hacer lo que hacían ahi dentro de una pequeña cabina en el sanitario.
Despues de una hora de espera, Pablo vio salir a la muchacha y dirigirse hacia él. Por primera vez, Pablo no encontro palabras en su ahora en blanco diccionario. Como si hubiera sido si mente la que quedó muda.
- Asi que nos viste... - Dijo la ojiverde muchacha con una voz más suave que el algodón, más calida que el sol del verano y más sexy que toda la simbología de Marilin Monroe.
- S-sí... este... no era mi intención... yo...- Pablo estaba perdido.
- Shh...- Lo hizo callar la joven, haciendo un gesto con su indice en los labios del imberbe e intruduciendolo suavemente en la boca de este. - Vamos a algun lugar mas... Comodo.-
- ... Mi casa... está sola hasta pasado mañana.-
- ¡Ok! Tu diriges.-

Sofía era su nombre, según lo que Pablo logro oír de entre todo el ruido. Mientras conducía su mercedez, la joven cruzaba su brazo por entre la cabezera del asiento de Pablo y le rascaba la nuca. El joven miraba por las esquinas de sus ojos el escultural cuerpo de la rubia. Por su experiencia, dedujo que se trataba de un perfecto 90, acompañado de un hermoso 60 y con un delicioso acabado en 90. Pablo se relamía por dentro mientras Sofía parecía no apartar su vista de él. Su mano poco a poco empezó a recorrer el juvenil y delgado cuerpo del muchacho hasta llegar al cinturon, del cual con ligero movimiento se deshizo.
- ¡Hey! - Exclamó Pablo en una mezcla de miedo y exitación.
- No puedo esperar para probarte.- Fue la respuesta antes de que la boca se abriera completamente para instroducir en ella el miembro masculino del joven.
- ¡Auch! ¡Hey! ¡No muerdas! -
- Hmm... no puedo esperar a que llegemos a tu casa.-
- Tranquila. Ya casi llegamos.-

Cuando arrivaron a la gran casa de los padres de Pablo, Sofía desalojó el vehículo y camino suavemente hacia la puerte, intencionalemente daldo un espectaculo a los ojos del muchacho que, ella sabía, se estaban deborando sus perfectas piernas.
Ya adentro Pablo encendió las luces.
- No. No las enciendas todas. Deja algo para la imaginación.-
El joven obedeció y dejo la casa en penumbras.
- ¿Tienes hambre? - Pabo pensó que esta pregunta era estupida, pero la hizo de todos modos en un frustrado intento de deshacer la tensión que lo agobiaba.
- No. Acabo de comer - Respondió la muchacha, cuyos ojos reflejaban a Pablo como si se tratara de un pavo asado recien servido.
- Este... ¿Y no deseas tomar algo? - Insistió Pablo con un poco de nerviosismo en su tono de voz que aumentaba a medida que Sofía se acercaba a él.
- Hmm, sí, pero... -
La joven termino la frase con un jugoso beso, que pareció a Pablo como si le clavaran un taladro en la lengua; congandose a su cuello, lo arrastro por los pasillos mientras regaban el piso con sus prendas.
La noche transcurrió lenta, mientras se revolvían entre las sabanas. Sofía se regocijaba ante el tamaño de Pablo y esté trasmutaba el dolor de las uñas de Sofía en su espalda por placer.
10:00 am: A esta hora, Pablo tenía la costumbre de levantarse a recoger el diario. No había podido dormir en toda la noche gracias a Sofía y su ninfomanía aparente. Se dirigió a la puerta mientras se desperezaba, tomo el diario y leyó la portada:

"Tres jovenes muertos bajo extrañas circunstancias. Fueron encontrados sin una gota de sangre en el baño de un centro nocturno."

-
¿Qué haces, Pablo? - Era la dulce voz de Sofía.
- Ah... nada... leo el diario. Sabes, leyendo la noticia esta me recuerdo de anoche, que te vi salir a tí... pero no recuerdo ver salir a los tres tipos que te acompañaban...-
- ¿Enserio? - Pregunto Sofía, mientras cogía a pablo por la espalda y clavaba sus colmillos en su cuello.

mayo 08, 2005

Fabula humana


Mi padre era alguien distinto a todos los padres que yo conocía. Él nos quería como si fuera una madre. No es que el fuera homosexual ni nada por el estilo, pero con la temprana muerte de mi vieja, él paso a cumplir un doble rol en la familia. Particularmente porque todos estámos casi en el mismo rango de edad y yo tenía 6 años cuando mi mamá exalo su alma.
Somos 3 hijos, de los cuales yo soy el menor; el único que aun vive en la casa. Mi padre es ahora un viejo de 50 que, en su epoca de gloria, parecía un joven de 18. Mas desde que mamá no abrio más los ojos, el se dejo ir. Y el tiempo le cargo la espalda y la piel mostraba el desgaste sin ninguna verguenza. Era como sí la juventud que conservo durante años, estuviera ahora enterrada bajo 2 metros de tierra en compañia de mi progenitora.
Creo - y en esto estamos todos los hermanos de acuerdo- que la caracteristica más notoria de mi padre eran sus consejos sobre como ahorrar. Lo más sorprendente es que nunca fue tacaño con nadie. Solo le gustaba ahorrar. Nunca nos negó nada y siempre nos decia que nosotros debíamos aprender a guardar. Ya que gracias a esto fue que nosotros teníamos lo que teniamos y estabamos donde estabamos. Recuerdo muy bien como solía, incluso, guardar las monedas de 1 peso en un chanchito de greda. Repetía una y otra vez: "Guarda para tener mañana; nunca sabes lo que pueda suceder".
Claro, a los 15 años, la filosofía de vida es muy distinta a la que un padre como el mío puede tener. Yo era de la idea de que no sirve de nada acumular y acumular riquezas si nunca las vas a gastar. ¿Para que quieres tener un millon de pesos guardados si eso significa que te vas a tener que privar de miles de alegrias?. Repudiaba a los que guardaban y acumulaban y acumulaban solo por el gusto de tener mucho dinero en un banco.
Mi padre un día me vio con 50 pesos en la mano que me disponía a gastar en una golosina. Me detuvo y me dijo: -Mejor guardalos -
- ¿Para qué?- le respodí
- Porque si los guardas ahora, mañana cuando tengas otros 50 pesos, tendras 100 y si los guardas vas a tener 200. Y si los vuelves a guardar tendras 400... -
- Ya, ya, ya... ya entendí.-
Yo quería mucho a mi viejo. Así que de puro buena onda le seguí el juego y guarde los cincuenta pesos.

Aconteció una tarde en que yo me encontraba tapando las ideas con mi guitarra electrica, que mi hermano dio un grito de terror. Creo que fue el instinto el que me ayudo a oírlo por sobre los ruidos distoricionados que emitía el amplificador. Corrí y baje las escaleras con el corazón en la mano, para ver que mi padre estaba tumbado en el suelo siendo victima de un capricho de su corazón agotado. Lo llevamos al hospital, pero no se recobró.
Mi padre murío cuando yo tenia 16 años de edad. Ironicamente, todos los gastos del hospital y del funeral costaron casi tanto como lo que mi padre habia sido capas de guardar en monedas de 1 peso a lo largo de su vida. Solo le faltaron aquellos 50 pesos que yo guardé en mi habitación, cuando alfin me decidí a seguir su consejo.