Los cuentos de las Hormigas

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Nombre: Don Petrucci
Ubicación: Iquique, Chile

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agosto 30, 2005

Sueño De Una Noche De Invierno


Por: Sogetsu Kawaii

Aun recuerdo mi juventud. Un día en el que Dios me mostro que de nada sirve el odio. Fue este un día frío ¡y si que lo era en muchos sentidos! Me sentía solo, cansado y tríste. Había sido largo y terrible y para colmo, con mi polola, ya se había dado por sentado que la ultima piedra que sostenía nuestra ya deteriorada relación rodo hasta el suelo de la nada.
Llegue a la pensión donde alojaba literalmente pateando la perra. Una criatura pequeña, de largos cabellos negros y castaños que lo unico que quería era un poco de afecto, deseo que demostraba postrandose a los pies de uno, de espaldas, invitando a acariciar su vientre. La ignoré y pasé a mi habitación com destrozando el aire.
Me sentía aun mas solitario allí. La pieza parecía haber sido arrazada por un vendabal y abandonada a su suerte. A fin y al cabo no era más que el reflejo de lo que me sentía en esos días. Como si la tormenta me hubiera arrazado a mi por dentro.
Salí de allí y, ni dos pasos afuera, sentí un par de ojos cafés y acaramelados mirandome fijo y con ternura. Los ignore y procedí a desparramar toda aquella triste existencia que era mi ser en el sillón. Me sentía miserable y sin salida, rogando a Dios que me dijiera como escapar. Cuando depronto...
Una pequeña fuente de vida me observaba con compasión. La mire y escalando el sillón se acomodo, recostando su cabeza en mi pecho. La mire fijamente y ella alzó su cabeza para encontrar mis ojos con los suyos, cafés y acaramelados como los que sentí fuera de mi pieza. Se acomodo un poco más y ahora hechaba todo su cuerpo en mis piernas y se recosto allí un largo rato. Yo no sabía que hacer. Desde pequeño siempre estuve inclinado a la destrucción y odio de esos animalejos que se hacen llamar el mejor amigo del hombre, y sin embargo ahora, en aquella pequeña criatura, a quién yo había declarado aborrecía, encontré más alivio que en cualquier gesto de cualquier otro ser.
Entonces, sin quitar la vista de la perra, le pregunte a la dueña: - ¿Cómo se llama esta cosa? -
Y ella me respondió: - Consuelo. ¿Porqué? - ...