Los cuentos de las Hormigas

Historias... Ideas... Pensamientos... Emociones plasmadas en el arte más completo: El Lenguaje

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Nombre: Don Petrucci
Ubicación: Iquique, Chile

que les gustaria saber de mi?

septiembre 15, 2006

Niñita



Sudadas llegaban todas ellas de su partido. Parece que había acabado en victoria porque los canticos de alegría y las sonrisas esbosadas en sus redondos rostros daban esa señal. Yo las admiraba tanto. Quería ser como ellas, pero mi timidez era más fuerte que mis ganas. Siempre las miraba desde mi rincon cuando estaban cambiandose de ropa, preparandose física y sicologicamente para su proximo encuentro. Y cuando salían a la cancha yo las seguía y las alentaba con todo lo que daban mis pulmones. Pero yo era tan pequeña, que apenas notaban que yo estaba allí. Pero nunca me importó que no me tomaran en cuenta. Yo las admiraba, y me gozaba con ellas cuando llegaban al camarín tras sus tantas victorias.
Siempre, desde mi rinconcito, me preguntaba que como sería tomar ese balón; como sería tomar esa esfera naranja y dar un salto hacia la canasta y volar, sentir el aire rosando tu pelo y tu rostro; la admiración de la gente, esos gritos que sabías eran para tí, loando tu abilidad para jugar. Sí, quería tanto ser como ellas. Ser una de ellas. Pero mi timidez era más fuerte que mis ganas.
Un día, luego de una de sus tantas victorias, las niñas llegaron al camarín, con su tipico jolgorio. Se veían tan felices, tan alegres, que mis temores se disiparon y me uní a ellas en su alegría. Me arme de valor y aproveche el momento para acercarme a la capitana. "Esta es mi oportunida" me dije y le toque la pierna para llamarle la atención, pero lo unico que dijo fue "¡Ay!" y me empujo de una palmada sin notarlo, y ni aun despues de eso me tomo atención. Toda asustada por lo que ocurrio me volví a mi rincon y desde entonces no he vuelto a salir de ahí, excepto para ir a mirarlas jugar.
Algunos días despues de que se me ocurrio salir de mi rincón, las niñas llegaron al camarín pero no se veían alegres, y algunas incluso lloraban. Algo se estremeció en mi corazón. Parece que algo malo estaba ocurriendo y me acerque un poco para saber de que se trataba. Parece que la capitana había muerto.
- Ya, Fiorella, ya. Tranquila. Piensa que ahora esta en un lugar mejor -
- Pero es que todavía no lo puedo creer. - respondio ella sollosando. - Hace un par de días estaba tan bien, tan alegre. Había sido una victoria importante. Y ella era tan saludable ¿Como pudo haber muerto por causa de una falla renal? -

septiembre 07, 2006

Los dos ladrones


Era muy entrada la noche cuando dos figuras se vieron pasar por los muros de la ciudad. Sigilosas pero agiles, parecían huír de toda luz. Eran un par de ladrones que terminaban su jornada fructuosa. Llegaron a lo que parecía ser su común punto de reunion. Se sentaron en las arenosas tierras de aquella cavernosidad, bajo uno de los muros de un edificio, y volcando los sacos que llevaban a las espaldas se sonrieron. Claro, uno lo hizo más que el otro. Por que muy dentro de su corazón, el que no sonrió, siempre estaba arrepentido de lo que era. Pero muy a su pesar, nunca conoció otra vida.

- ¡Buena noche!, ¿eh? ¡Mira todo lo que agarramos hoy! - Dijo uno de ellos, el que parecía ser el mayor
- Sí... que bueno. - Respondió el otro, sin tomar mucho en cuenta lo que había.
- Haber... que pasa. Cuentame. -
- No. No pasa nada. No te preocupes. - Dijo el ladrón menor, mirando a la nada, atravezando en la infinita obscuridad. - Me da miedo la noche. -
- Siendo ladrón es muy extraño que le temas a la noche. Es la unica defensa que tenemos. -
- Sabes. A veces pienso que deberíamos buscar algo más que hacer. -
- ¿Algo más que hacer?¡De que hablas!¡Mira todos los tesoros que nos hicimos, ja ja ja! Algo más que hacer... Nunca haría lo mismo que todos. Los muy tontos se matan trabajando y ¿para que? si al final igual es más facil robar. Se obtienen más ganancias. -
El ladrón menor se dió vuelta bruscamente y le dio una mirada de odio al mayor.
- ¿Estás conciente de que si todos fueran ladrones no habría nada para robar, no? -
- ¡Bha! Tu y tus pensamientos. Si no quieres no robes y ¡ya! Para mi, mejor, total me quedo con todo esto para mi solo. -
El ladrón menor no dijo nada más y se hechandose en su improvisación de cama se durmió de inmediato.

A la mañana siguiente, ambos hombres despertaron por la cantidad de ruido que había. Fuera de su escondite un tumulto se apretujaba en la calle ante lo que parecía ser una caravana pero sin caballos, ni animales, ni ningun otro transporte similar.
- Que pasa, hermano. - Dijo el mayor (no eran realmente hermanos, pero asi se llamaban entre ellos)
- No sé. La gente esta agolpada siguiendo... a... algo. -
- Por el bullicio, pareciera ser importante... -
- Sí. Así parece. -
- Quizás se trate de algun principe. -
- ¡Hey!¡Tú! - Le gritó el menor a un joven que venía envuelto en una sabana siguiendo a la multitud de lejos. - Dime ¿que es todo esto? -
- Mi buen señor, ¿que no ha oido las noticias?¡Es el rey de los Judíos el que camina entre la gente! - Respondió el joven.
- ¿El... rey de los Judíos? -
- ¿¡Un rey!? - Exclamó el mayor - ¡Cielos!¡Esta es la nuestra, hermano!¡Hoy por la noche comeremos como los Dioses! -
- No estaras pensando en ir a robarle a un rey, ¿o sí?
- ...No vayas a empezar otravez... -
- ¿Estás en pleno uso de razón? Lo más probable es que sea algun rey romano ¡y si nos capturan nos mandarán crucificar! - Dijo el menor con una mezcla de rabia y de miedo en su acento.
- ¡Bha! Si no quieres no lo hagas. Pero esta vez no compartire nada contigo. ¡Es la ultima vez que te invito a ser participe de algún gran golpe como este! - Le dijo el mayor y se volvió a dormir.
Con dudas en la cabeza, el menor también se hecho a dormir sin exito en conciliar el sueño.

Caída la noche, ambos hombres se levantaron y se prepararon para el golpe de sus vidas.
- Estaba pensando... - Dijo el menor. - Ni si quiera sabemos quien es. ¿Como sabremos donde vive o como entrar en su casa? -
- Lo más obvio es que esté en el palacio más lujoso de todo Jerusalem, tu tranquilo. -
Siguiendo las sombras, los dos se adentraron en la espesura de la noche, bajo el baño de luz de luna.
Despues de un tiempo de esquivar guardias romanas, llegaron a su destino. Un edificio que parecía un palacete real. Inmenso, imponente y majestuoso.
- ¿Estas seguro de que este es el lugar? A mi me parece muy familiar y para nada me recuerda al palacio de un rey - dijo el menor
- ¡Pero claro que aquí es!¿Acaso no sientes el aroma del oro, la plata y todas las riquezas? - respondió el mayor
- Shhhh. Callate, no estoy para nada conforme con esto, y creeme que tengo menos interes aun en ser atrapado - Respondió con temor el menor.
- ¡¿Quien va?! - Se oyó depronto una voz como trueno desde afuera de las puertas del lugar. Una guardia romana se aprontaba al edifició por reportes de ruidos en la cercanía. Con miedo y sin pensarlo dos veces, ambos entraron en el gran edificio.
- ¡Maldición!¡corre hermano! - Susurró el mayor y ambos corrieron sin mirar donde. Hasta que, llegando casi al fondo del emplazamiento, el menor le cogió el brazo al mayor y lo detuvo en seco.
- ¡Que!¿¡Porqué te detienes!? - Dijo el mayor.
- ¡M-mira donde casí entramos! - Respondió el menor, quien apretandole aun el brazo fuertemente, apunto hacia adelante. Un enorme velo que colgaba desde el techo cubriendo un inmenso portal, los separaba de un inmenso circulo cuyo centro era un cajón grande con detalles en oro.
- ¡Ahí estan! - Gritó uno de los guardias romanos y se les abalanzaron encima. Aunque se defendieron como tigres, ambos cayeron inconcientes debido al miedo y a los golpes de los furiosos soldados romanos, quienes parecian gozarse en cada impacto propiciado.

El ladron menor abrio los ojos lentamente. Era atardecer. Su cabeza (asi como casi todo su cuerpo) le dolía horriblemente. Pero sentía un dolor muy particular en sus pies y en sus manos. Depronto, al darse cuenta de que quería tocarse la cabeza y no podía, entendió que era porque sus miembros habían sido clavados a un madero. Ambos ladrones estaban siendo crucificados.
- ¡Malditos sean todos tus días de ambicioso ladón! - Gritaba el menor al mayor con desesperación, tratando de olvidar el dolor que sentía.
Luego que ambos fueran colgados, pudieron ver desde las alturas del monte a otra turba similar a la que vieron aquel fatídico día. Pero esta vez, los gritos no eran de jolgorio si no de llantos y sufrimientos. Se podía ver a un montón de soldados romanos acosando y perjuriando a uno que cargaba su propia cruz de madera y que, todo ensangrentado, apenas caminaba hacia el lugar donde estaban ellos. Cuando este hombre fue levantado en la cruz, los ladrónes pudieron ver que en el cartel que le fue puesto sobre su cabeza se leía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
- ¡He ahi tu rey! - Le dijo el menor, al mayor - ¡Que ironía que por aquel que se proclamaba a si mismo Dios, fuimos puestos en juicio! -
Pero el mayor, que estaba a la derecha, solo se reía y miraba al ensangrentado joven que se encontraba al medio.
- ¡Hey! - Gritó el mayor al que estaba en medio - ¡Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros! -
Indignado. El menor le gritó - ¡¡¡Maldita sea mi boca por todas las veces que te llamé "hermano"!!!¡¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?!¡Nosotros justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo! -
y mirando al que estaba en medio le rogó diciendo - Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino -
Y el que estaba en medio, girando su cabeza con fuerzas de flaqueza le dijo -De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. -