Sociedad de medio centimetro

Estaba sentado en la cocina del hogar que estaba arrendando, divagando, mientras trataba de saborear el miserable desayuno que, aun así, de no ser por Claudia, mi polola, no estaría comiendo. Ella descansaba en mi cubil, aquellos veinte minutos que me rogó la dejara dormir. Le programé el reloj de mi celular y me fui arrastrando los pies hasta la cocina.
El jugo me duro diez segundos, menos de lo que demoro en calentarse el pan que, congelado tenía sabor y al calentarlo lo perdía por completo. Me senté en un pisito que estaba a la mano y la desidia me obligó a torcer el cuello en dirección al piso. Ahí, ví un montón de hormigas caminando de un lado a otro. Trabajosas, se movían en carrera por todo el entorno, sin sentido, quien sabe desde que hora. Las miré por largo rato, hasta que ya no vi más un piso de baldosas coordenadas, si no un inmenso y frío desierto blanco.
Sumergido en mis pensamientos, me llevaba el pan a la boca casi por inercia, mientras veia a un grupo de hormigas que forzosamente arrastraban un trozo de pan, no más grande que los copos que caen de este al morderlo.
Tiraban y tiraban todas juntas, pero más me llamó la atención otro grupo de ellas que chocaban con las que tironeaban la migaja y luego seguían su camino como si nada. Me pregunté: ¿porqué no se detienen a ayudarlas si todas buscan lo mismo?.
Volví a morder el pan. Ya me había resignado a la falta de placer en mi paladar por no morirme de frío. Seguí observando esa aridez de azulejo y a su ecosistema personal. En realidad, ya no podía mirar a esas hormigas como seres inferiores: Son aguerridas, valientes, sacrificadas, trabajadoras y, lo mejor de todo, nisiquiera saben para qué lo hacen... solo lo hacen. Al igual que el ser humano, solo acumulan y acumulan y acumulan para no perecer y perpetuar su especie hasta quien sabe cuando.
Otro mordizco, pero esta vez con un toque de acidez. Parece que el pan se estaba enfriando.
Que triste es saber que nadie sabe a donde va. Trabajamos y trabajamos para un fin que nisiquiera conoceremos algun día. Es lo malo de la historia: solo avanza en una dirección.
La ciudad es el apogeo de la destrucción del hombre. La ciudad te exige ser "humanisado", perder los instintos y todo lo que nos acerca a los animales. Mi mente se perdió un momento en esa idea. Cuando vivímos fuera de la ciudad, nuestra preocupación es sobrevivir, y no sabemos para que; en la ciudad, aunque de otra forma, tambien ocurre, pero la "deanimalisación" crea la ilusión de que eso nos debe importar.
Mordí el pan otra ves. Ahora no me supo a nada.
¿Porqué las hormigas trabajan tanto? a fin de cuentas crían hijos para enseñarles que su destino es trabajar para críar hijos y enseñarles que deben trabajar para críar hijos. Yo creo que si las hormigas tuvieran la misma capacidad de raciocinio que el hombre, no trabajarían tanto, se quedarían en la casa, harían revoluciones, calentarían las migajas de pan con paté en maquinas que les quitan el sabor y lo más probable es que nos mirarian hacia arriba y dirían "¿Para qué trabajan tanto?".
Sonó mi celular. Claudia se levanto y me fue a buscar a la cocina.
- ¿Porqué estás tan solo, mi cielo?- Me preguntó
- Mmm... nada. Desayunaba mientras tu dormías.- La abracé, la mire a ella y luego a las hormigas.
- Qué triste es la vida.- Dije, mientras tomaba una escoba y las barría.
Sogetsu Kawaii
1 Comments:
asi mismito es...triste, por eso mismo, he decidido q mi eternidad sea otra...
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